viernes, 26 de febrero de 2021

Mi abuelo, un gran señor

Nos vas a hacer mucha falta abuelo, muchas cosas nos van a recordar a ti siempre, me quedan muchas cosas tuyas para la vida, como el orgullo de mi herencia y el mejor ejemplo siempre, gracias por todas tus enseñanzas y perdón por todas esas veces en que en vez de como un nieto por la lejania de edades me portaba como un extraño. Hoy estoy triste por tu partida pero al mismo tiempo orgulloso y vanidoso de mi herencia cafetera, arriera y luchadora, trabajadora y honrada. Gracias por las historias, la musica, el querer sincero y por la nobleza de los años. Me queda el mejor recuerdo que un nieto puede tener de su abuelo. 

Me hubiera gustado despedirme y eso me duele, pero sé que en tu silencio y con tus modos amaste mucho a tu familia y así nos lo hiciste sentir siempre, muchos saludos a la abuela a quien pensamos mucho.

Buen viaje abuelo siempre buen viento y buena mar, te quiero mucho

sábado, 22 de septiembre de 2012

¿Quién mató a Palomino Molero? - Mario Vargas Llosa.



¿Quién mató a Palomino Molero? es una corta novela negra de Vargas Llosa. La crítica la reseña erróneamente como reflejo de la condición social excluyente del Perú de mitad del siglo pasado, pues se queda corta y las dinámicas de los diálogos son aburridas. Que estos sean entre cholos y negros, con el dialecto propio del provinciano y a pesar de que se usen palabras como ‘jijunagrandísimas’ no libra a la historia de la repetición dramática por la que peca fatalmente, en la mayoría de casos, la novela policiaca. Y es que hablar en jerga de calle no me hace consciente de los problemas de mi país, ni mucho menos le da un sentido social a lo que escribo. Los acontecimientos esenciales de la trama no llevan el peso suficiente de la tensión propia de las novelas de este género, más bien son una risotada que se queda atrás respecto del lector, que le lleva años luz al relato y determinará fácilmente cómo acabará todo. No sería esto tan grave de no tratarse de un premio nobel, (se me ocurre “perder es cuestión de método” de Santiago Gamboa, -que me gustó más- y que pareciera mantener las mismas maneras literarias de Llosa en su novela)


En conclusión, y no me paren bolas que de literatura no sé, y escribo esto por regalado: perdí los 5.000 pesos que me costó la novela en la fiesta del libro y la cultura de Medellín.




miércoles, 4 de julio de 2012

Breve historia de un círculo que gana un viaje a Santa Marta


Un círculo un tanto cuadriculado se gana un viaje a Santa Marta. ¡Gracias televisión para cuadrados! El círculo cuadriculado celebró solitariamente en su circubículo y salió 4 horas antes de su trabajo como director de la red eléctrica de alcantarillas cuadradas para cuadrados de Ciudad Figuritas. Ya en su cuarto por la avenida dodecaedro, para ser exacto en la calle San Triángulo, pensó que sería prudente comerse toda la comida no procesada que tenía en su casa, pues el viaje lo alejaría de Ciudad Figuritas por 30 días y ésta (cultivada en los campos de villa obtusa y llevada directamente a la plaza de dación de Ciudad Figurita y que se llamaba –Ovoide de acopio de productos no procesados en dación-) podría echarse a perder. Entonces primero comió los bananos de 4 lados, las manzanas marca cuadratura del círculo, luego tomó jugo de pera irregular y finalmente acabó con su reserva de toronjas (éstas tenían un sabor especialmente agradable).
El círculo quedó tan lleno que a partir de ese momento tuve que comenzar a llamarlo simplemente círculo, me vi obligado a eliminar otras especificaciones de forma (como que era un tanto cuadriculado) entenderán ustedes que no soy una persona que acostumbra timar a las demás y absolutamente consciente de la importancia de contar las cosas como han ocurrido.
Cuando se hubo cerciorado de que no quedara comida no procesada en toda la casa (revisó incluso en la hendidura que queda entre su cama y la ventana  -naturalmente, no es fácil ubicar una cama circular en una habitación hecha para cuadrados-  y afortunadamente no halló ni el más mínimo residuo de comida en aquel lugar, puesto que a razón de su nueva circularidad se le habría hecho particularmente molesto alcanzarlo), pensó que sería provechoso guardar la ropa para su viaje en una valija. Comenzó empacando sus dos zapatos color caqui, los ubicó en el extremo noroccidental de la valija, arriba a la izquierda; luego tomó su camisa de cuello verde, la dobló cuidadosamente pero mal y la puso en el espacio que se hacía entre los zapatos y la pared de cuero nororiental. Finalmente agarró sus pantalones cortos y los depositó en lo que quedaba de espacio vacío en la maleta. No tuvo que doblarlos pues el espacio sobrante era suficiente para contener pantalones cortos talla 74 sin plegar.
Estando satisfecho con la geometría de su equipaje, decidió dormir la siesta, tendría el doble beneficio de reponer energías y pasar el tiempo de espera inconsciente. Durmió casi 40 minutos, hasta que el ring ring del teléfono lo despertó, plácido y alivianado tomó el auricular  –Aló
 -Buenas tardes, habla María cuadrada de televisión para cuadrados, ¿con el señor Cuadriculado por favor?  -Sí, con él   - Señor Cuadriculado, déjeme contarle que usted se hace acreedor de un viaje vacacional a Santa Marta en Colombia, necesitamos que envíe a nuestra dependencia todos sus datos de identidad y su apostilla geométrica para proceder a hacerle entrega del tiquete de vuelo, ¿vale? –Claro que sí señorita, permítame tomar apunte ¿me repite la dirección, por favor?
 –Calle Martín Redondo, edificio siete, cara dos –Perfecto, muchas gracias  -A usted por sintonizarnos y recuerde, ¡con televisión para cuadrados, me parezco a un caballo!
Nuestro círculo colgó y se dirigió como gallina tras maíz a la primera gaveta del mueble del vestier, tomó toda la documentación señalada en la cuartilla que lo acreditaba como ganador del premio, le sacó dos copias a cada original donde el judío y depositó una de cada uno en un sobre tamaño oficio –Cl Martín Círculo, Ed. 7, cara 2-  lo llevó a la oficina de correo y volvió dando brincos a su casa.
Debido al comienzo del solsticio de invierno ya era de noche, preparó una taza de té de manzanilla, acomodó su equipaje junto a la puerta, vistió el piyama y durmió como si no hubiera un mañana, como si el futuro viaje fuera un eterno presente. Con el nuevo sol despertó, impaciente corrió a la otra habitación y sus ojos se abrieron como mimosa pudica en backwards, allí estaba junto a la puerta: verde, tamaño oficio, exterior liso, un poco abultado; y en él, la sospecha de un tiquete de avión rumbo a un mundo de olvido, playa, brisa y mar. Sin pensarlo cuatro veces  lo tomó de un borde, comenzó a levantar la solapa que tras un extraño pliegue hacía las de tapa, accidentalmente la rompió y vació el contenido en la media pared con intenciones de mesa que separaba la cocina de la habitación de estar.  Había un llavero, un llavero cuadrado y un pedazo de cartón con algo escrito. Trémulo y frío por no encontrar el tiquete aéreo, leyó: Apreciado señor Cuadriculado, lamentamos informarle que tras la revisión de los documentos de identidad enviados por usted, televisión para cuadrados ha decidido privarlo del premio Santa Marta 30 días 29 noches, a razón de su circularidad. Este es un concurso de exclusiva participación para cuadrados.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Hacíamos el amor en la tierra, éramos la tierra, dos animales siendo naturaleza en la consuma de lo que ha sido universal siempre y nunca. Dos cuerpos concatenados en torno al placer inacabable de lo imposible, se nos escapaban los instantes y tu bello pubis ensangrentado y con tierra de un negror inamovible se me esfumaba de las manos, no era mío, no era yo, lo apartaba y saboreaba, olía y juntaba contra mi burda carne sin éxito, seguías siendo tú, y a pesar de que eras mía, quería morir. Y pensé que estos pinos son demonios, y nosotros somos un tornasol, uno siendo dos en torno a la oscuridad del bosque y el frío lombrizudo de la tierra, la tierra que amenaza nuestras comisuras y que me pides que caliente en tu espalda. Maldita, maldita sea tu espalda y su absoluta y extraterrestre consistencia y ahora nada, la nada en la linealidad curva de tu cintura que resume el tiempo desde que es tiempo. ¡Maldita sea! Esta tierra que somos y que se inmiscuye en la penetración de la carne, maldita esta lluvia que quema, infernal yuxtaposición de gotas con los entes, desmembradas tras su encuentro con el abajo. Pero hacíamos el amor, serpenteábamos en el sinsentido del movimiento más animal y comíamos la tierra.  No necesitaba ver, mi piel era mis ojos y tú eras mi piel, y entonces toda la música del planeta se estrelló en mi hueso occipital, y el éxtasis de un orgasmo nacido de una paradoja causal y rebosante de irrealismo, y tus gemidos en blanco y negro y yo muriendo a causa de los barbitúricos que disolvimos en un beso. Entonces no soy una calle que odié, o feliz, soy lo que empieza a no ser y tú ya no eres, ya no eres maldita sea y no sufro porque no existe ya posibilidad de que seamos individuos, no, ahora somos dividuos, somos tierra, somos esta tierra que vomito, nos vomito.

sábado, 10 de marzo de 2012

No se me ocurre título más que éste

Soy cuerpo, cuerpo desnudo. Grácil espalda, pómulos imberbes, eurítmico pulso y corazón; altura panida y órganos. 

Soy existencia abrazada por piel, fluidos por doquier. Nada más.
No soy paños o papel, no soy grandilocuencia, no herrumbre  -que por ahora-.
Extremidades largas, saltos, posición materna en los límites de madera de mi habitación.

Una micción trillada, absorta de repetir. Coágulos de pesadez, de negrura, de atavismo.
Soy una voz, un aliento, una uña, pelos y cabello. 

Y es que no quiero ser más. Cargar con el desasno de lo ajeno, de lo impropio, de lo raído.

Un gran aserto el del monstruo del espagueti el de haberme dado forma tal.

Desagradable hubiere sido encontrarme siendo piedra, piorrea, o tal vez la numismática de un viejito aguardentero.



viernes, 13 de enero de 2012

Ideas sueltas sobre la colonización de Sur América



Este escrito no busca pontificar y dista de ser un texto de carácter científico, tal vez sea poco diciente y pobre. A fin de cuentas hablar y recordar un tema de esta magnitud no será nunca trabajo fácil y requerirá más que buenas intenciones y menesterosidad de justicia y redención. Intentaré, pues, hacer algunas reflexiones en torno a algunos sucesos históricos que llevan varias centurias cobijando las noches y los amaneceres nuestros, de los días y crepúsculos latinos.
Inicialmente se realizará una alígera contextualización de los eventos y situaciones relativas a la península ibérica de antes del hallazgo del nuevo continente, luego se citará un par de apartes de la amplia literatura existente sobre el tópico, para finalmente realizar algunos comentarios frente a lo que significó y significa para los pueblos latinoamericanos, estar signados por la espada y la armadura española.
El esquema económico del siglo XV en Europa, impuso y trajo consigo una nueva dinámica de relaciones y procesos sociales en el marco de sociedades sesgadas, gregarias y dogmáticas. La consolidación de los burgos y una nueva clase comerciante, consideradas como la antesala de una economía de dinámica capitalista aún hoy vigente; son elementos que aunaron y prepararon las condiciones necesarias para la expansión, con el comercio como piedra angular, del intercambio de mercancías. De forma paralela surge la necesidad de apropiación de recursos y mano de obra que permitiera un eficiente desarrollo económico. Es así como los españoles, con el ánimo de diseñar una ruta alternativa de transporte de especias y sedas procedentes de las Molucas o ‘islas de las especias’, por los azares del destino y la obstinación plausible del aventurero Cristóbal Colón, dieron con el paradero del enigmático, místico, hermoso, verde y camaleónico continente americano.
Fue en el año 1492, en las postrimerías de aquel siglo XV de convulsiones y contrarios en el que se fundieron dos civilizaciones humanas diferentes, me atrevería a decir que opuestas en muchos aspectos fundamentales que tuvieron tal vez génesis comunes pero que en algún momento del eterno devenir de la historia y del tiempo, se separaron y consagraron una disyuntiva de vida que tal vez las ubicara en posición similar a la de la materia y la antimateria. Colón murió sin percatarse del verdadero signo de su ruta, y así obvió en su tumba que sería recordado en las páginas de los anales de la humanidad como el hombre que permeó y dio cuenta a cada mundo de la existencia del otro; civilizaciones desarrolladas paralelamente a la sombra de sus convicciones y cosmovisiones, la una sin saber de la otra.
El primer contacto que recoge la versión oficial de la historia de la intrusión de los hombres de más allá del Atlántico en los lares de los extraños y oscuros habitantes de estas indias, se dio tras el atraco de los barcos prolijos de cruces católicas de la monarquía española en la pequeña isla de Guanahaní, ubicada en las Antillas, una de las tantas callosidades que conforman la Bahamas, no muy lejos de otra de las crucificadas tierras azucareras del continente, Cuba.
Fue éste el prólogo que consagró, a lomo de mula, sahumerio y evangelio, una de las historias más conmovedoras, coléricas, tétricas, belicosas e inhumanas de la historia universal de los hombres y mujeres del monte -que luego de la mina, que hoy de los marginados campos y las herrumbrosas ciudades-.
Veintiséis años después, comenzó la expedición española a la cabeza de Hernán Cortés, quien no vaciló ni medió palabra a la hora de tratar con los absortos indígenas, quienes contagiados por la magia de sus selvas, montañas y arrabales, hicieron analogía de su mitología con el cumplimiento de algún pronóstico de incierto signo; esta vez, completamente desafortunado.
De ahí para adelante, la historia, si bien puede descansar bajo el sesgo natural de los años, o de las intenciones contrarias a la veracidad de los hechos; puede ser resumida en sustantivos tales como absurda, ruin, estúpida, irracional, baladí, incorrecta. Es de conocimiento general la ignominiosa masacre llevada a cabo por los ibéricos en nuestras tierras.  Eduardo Galeano, en su libro Las venas abiertas de América Latina, (tan citado que fastidia) realiza una estimación que ubica el nivel demográfico del subcontinente, antes de la llegada de los españoles, en una aproximación a noventa millones de indígenas. Solo tardaron ciento cincuenta años en reducir esa cifra a tres punto cinco millones.
Suramérica se ubicó dentro de los planos europeos como un territorio con enorme potencial de dispensario. Oro, plata, azúcar, café, plátano, algodón, madera; recursos robados utilizando mano esclava, indígena y negra procedente de África. Hoy en día, uno de los países más pobres de todo el continente americano es Bolivia, pero no siempre fue así. En una de sus ciudades, Potosí, Galeano afirma que “en 1658, para la celebración del corpus christi, las calles de la ciudad fueron desempedradas, desde la matriz hasta la iglesia de Recoletos, y totalmente cubiertas con barras de plata”  no dista mucho de lo ocurrido en Villa de Ouro preto, en Brasil, la denominada ´potosí de oro´.
El saqueo fue abrumador, muchos afirman, claramente exagerando, que con los metales extraídos de Potosí hubiese sido suficiente para erigir un puente de plata que atravesara el Atlántico uniendo América con Europa. La raza indígena fue ultrajada y humillada; desmembrada y destruida. Una pequeña vista a la historia nos revela nuestras raíces raídas y escabrosas; una deuda con toda una serie de generaciones y con la tierra que fue violada.
En la celebración de los quinientos años del descubrimiento, (descubrimiento en términos del común, pues frente a la forma de llamar aquel encuentro entre culturas existe una controversia de amplia envergadura y de complejidad importante) el poeta argentino Armando tejada Gómez expresó su indignación en un poema de su último libro:

¿Qué hago con esta sangre de dos sangres?
¿Qué hago con el silicio que me habita?
¿Qué hago con estos pómulos de huarpe
y esta barba telar encanecida?
¿Y qué con mi memoria irreverente
que no quiere olvidar y que no olvida?
¿Y este idioma curtido a la intemperie
sobre el idioma muerto de mi raza?,
¿Con esta antigüedad de antigua piedra
y la genealogía de mis padres?
¿Qué hago con este polvo enamorado
de mi palabra nueva en tu palabra?
Madre de pueblos, loca y fundadora,
¿Por qué me habéis abandonado?
¿Dónde cayó el abuelo violador
que asesinó a mi abuelo milenario?
Y tengo que asumirte. Si te niego
seré el americano más cobarde.
Para saldar las cuentas del martirio
hay que aclarar las aguas.
Admitirte en la cruz del genocidio
y en la espada de sangre que es mi sangre.
Por las claras del día, madre ausente,
quiero verte la cara,
por trescientos millones de tu cría
y por quinientos años de olvidarnos.
De otro modo no vengas, si no vienes
a asumirte en la sangre de tu sangre.
Mis hembras han tejido en su paciencia,
telar continental, todas las sangres[1]

Y como la madre España invadió y corrompió indiscriminadamente los suelos suramericanos, los portugueses tuvieron que refrenar el actuar de sus circundantes. ¿Por qué? Pues, realmente no por humanismo, compasión o indignación frente a la barbarie primermundista; más bien por la embustería, avaricia e irrespeto común a ambos países europeos, pues, Juan II rey de Portugal no permitiría que frente a sus narices se explotara y liquidaran los recursos que tanta falta le hacían a Portugal.
Debido a la afrenta portuguesa y la constante sensación de malestar frente a la situación de reparto del botín, ambos imperios decidieron compartir y distribuir los usufructos de la empresa. Firmaron el tratado de Tordesillas.
Ocurrió un 7 de junio de 1494, en la hoy ciudad de Valladolid, al norte de España. Suscrito por los reyes católicos de España y Juan II de Portugal con el fin de evitar conflictos al margen de la explotación de las riquezas del territorio. ¿Qué implicaciones tuvo? Portugal asumió el control de los meridianos orientales, mientras que España de los occidentales. 
Si bien el tratado permitió la extirpación de cualquier cáncer en las relaciones de ambas naciones, éste no logró ni pretendió exorcizar las masacres y los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en este hemisferio, después de todo y según la iglesia católica, solo estábamos hablando de seres extraños, sin alma, y que no podían ser obra de dios, indios al fin y al cabo.




[1] Armando Tejada Gómez, poema «Telar de la sangre», en El telar del sol, 1992.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Rictus


Hacer siempre es problemático. La voluntad, el poder, la necesidad, concitan en función del movimiento, en busca del hacer.
El espacio y el tiempo, como marco de oro, de inaplazable intriga que emite señales de humo, hace. Nos incita el abandono y mi estado abstruso de menesteroso me impide el no hacer. ¿Qué hacer? Al parecer estamos condenados al movimiento, a un eterno devenir de situaciones nimias, prolijas; somos meandros del universo y su big-bang.
Todo se reduce a una dinámica giratoria, de cambio, de periódico y regular cambio. No tengo problema con ello, pero me aturrulla profundamente pensar que aquel movimiento compungido y de periplo talante esté allí siempre. Incluso en el silencio sempiterno de la tierra húmeda de las montañas se puede  percibir aquel raudal de cosas que son; no bastaría con pirarse bajo el agua, o camuflarse tras el miasma que dejan los coonatras; de nada serviría refugiarse. Vivo en medio de una ataraxia que me coacciona, me mantiene en vía de no desvirtuar este orden, este anguloso y carroñero esquema de cambios y existencias. Mis días son las pírricas extremidades de una escolopendra regordeta de engullir los rictus de la gente. Extrañamente, y no sé por qué, asumo a quienes me rodean como verdugos de mi moho, de mis fluctuaciones, del caldo grasoso y viscoso que soy.  Me encuentro en un pasillo de dimensiones enormes, soy epicentro, tornasol marchito, actor pasivo de una ordalía que nunca termina y que cada vez es más engorrosa, a la vez que graciosa.

Me consuela pensar que este movimiento, a pesar de su perenne injerencia, me conducirá tarde o temprano a nada. Aunque no tengo claro (aún) si la nada es también tácita hija del devenir, o si, como lo espero, pudo ésta exorcizar desde siempre al demonio de este eterno repitis y divorciarse completamente de las tentativas de un futuro posterior al futuro.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Der Mond

A veces pienso que el sol nunca se pone
Y que como simple hebdomadario esférico, me engaña con la luna.
Que entre aires de fratricida pendencia, el grácil y consentido frío
Torna el aire más ligero y cortante; mientras que
La para mí no baladí luna lucha a muerte constantemente
En las postrimerías del día con el vesánico glauco.
¿Quién será declarado por el hiperíón amalgama triunfante,
Digna de germinar tras su puesta?
Lo cierto es que los cielos que conversan con las montañas del Valle de Aburrá,
Como verdad de Perogrullo, hipnotizan el circuir
De hoscos y huraños con el nacimiento eurítmico
Del astro femenil, digno de ser llamado masculino por germanófonos.

viernes, 29 de julio de 2011

Hiperión- Friedrich Hölderlin.

 HIPERIÓN A BELARMINO. Volumen primero, libro primero, segunda carta.

No tengo nada de lo que pueda decir: esto es mío.
Lejos y muertos están mis seres queridos, y ya no hay voz alguna que me hable de ellos.

Mi negocio aquí en la tierra ha terminado. Emprendí la tarea pleno de voluntad, me desangré en ella, y no he enriquecido el mundo en un solo céntimo.

Desconocido y solitario vuelvo a mi patria y vago por ella como por un vasto cementerio, donde tal vez me espere el cuchillo del cazador, a quien nosotros los griegos somos tan del agrado como la caza del bosque.

¡Pero tú brillas todavía, sol del cielo! ¡Tú verdeas aún, sagrada tierra! Todavía van los ríos a dar en la mar y los árboles umbrosos sombrean al mediodía. El placentero canto de la primavera acuna mis mortales pensamientos. La plenitud del mundo infinitamente vivo nutre y sacia con embriaguez mi indigente ser.

¡Feliz naturaleza! No sé lo que me pasa cuando alzo los ojos ante tu belleza, pero en las lágrimas que lloro ante ti, la bienamada de las bienamadas, hay toda la alegría del cielo.

Todo mi ser calla y escucha cuando las dulces ondas del aire juegan en torno a mi pecho. Perdido en el inmenso azul, levanto a menudo los ojos al Éter y los inclino hacia el sagrado mar, y es como si un espíritu familiar me abriera los brazos, como si se disolviera el dolor de la sociedad en la vida de la divinidad.

Ser uno con todo, esa es la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la Naturaleza, esta es la cima de los pensamientos y alegrías, esta es la sagrada cumbre de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales ondulantes.

¡Ser uno con todo lo viviente!  Con esta consigna, la virtud abandona su airada armadura y el espíritu del hombre su cetro, y todos los pensamientos desaparecen ante la imagen del mundo eternamente uno, como las reglas del artista esforzado ante su Urania, y el férreo destino abdica de su soberanía, y la muerte desaparece de la alianza de los seres, y lo imposible de la separación y la juventud eterna dan felicidad y embellecen al mundo.
A menudo alcanzo esa cumbre, Belarmino. Pero un momento de reflexión basta para despeñarme de ella. Medito, y me encuentro como estaba antes, solo, con todos los dolores propios de la condición mortal, y el asilo de mi corazón, el mundo eternamente uno, desaparece; la naturaleza se cruza de brazos, y yo me encuentro ante ella como un extraño, y no la comprendo.

¡Ojalá no hubiera ido nunca a vuestras escuelas! La ciencia, a la que perseguí a través de las sombras, de la que esperaba, con la insensatez de la juventud, la confirmación de mis alegrías más puras, es la que me ha estropeado todo.

En vuestras escuelas es donde me volví tan razonable, donde aprendí a diferenciarme de manera fundamental de lo que me rodea; ahora estoy aislado entre la hermosura del mundo, he sido así expulsado del jardín de la naturaleza, donde creacía y florecía, y me agosto al sol del mediodía.

¡Oh, sí! El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un hijo pródigo a quien el padre echó de casa, contemplando los misarables céntimos con que la compasión alivió su camino.

jueves, 28 de julio de 2011

"Nos engañaron ¡bye bye bom!"

"¡Nos engañaron con la primavera!" Nos engañaron nuestros sueños, nuestros más diáfanos deseos, la televisión y el libro; nos engañó el tendero y Gabriel García Márquez, la yerba mala y el reloj. Nos engañó esa ocarina, también la neurona y el átomo. Nos engañó ramplonamente la gallina clueca y el eucalipto; Nos engañó el asfalto y África. Nos engañó Bogotá, Cartagena y Leticia; nos engañó la internet, la educación y la almohada. Nos engañó el agua, el aire y los poemas. También me engañó usted, a sabiendas de que nunca engañé a nadie.

jueves, 7 de julio de 2011

Amanecer

En la honda noche universal
que apenas contradicen los faroles
una racha perdida
ha ofendido las calles taciturnas
como presentimiento tembloroso
del amanecer horrible que ronda
los arrabales desmantelados del mundo.
Curioso de la sombra
y acobardado por la amenaza del alba
reviví la tremenda conjetura
de Schopenhauer y de Berkeley
que declara que el mundo
es una actividad de la mente,
un sueño de las almas,
sin base ni propósito ni volumen.
Y ya que las ideas
no son eternas como el mármol
sino inmortales como un bosque o un río,
la doctrina anterior
asumió otra forma en el alba
y la superstición de esa hora
cuando la luz como una enredadera
va a implicar las paredes de la sombra,
doblegó mi razón
y trazó el capricho siguiente:
Si están ajenas de sustancia las cosas
y si esta numerosa Buenos Aires
no es más que un sueño
que erigen en compartida magia las almas,
hay un instante
en que peligra desaforadamente su ser
y es el instante estremecido del alba,
cuando son pocos los que sueñan el mundo
y sólo algunos trasnochadores conservan,
cenicienta y apenas bosquejada,
la imagen de las calles
que definirán después con los otros.
¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida
corre peligro de quebranto,
hora en que le sería fácil a Dios
matar del todo Su obra!

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.
La luz discurre inventando sucios colores
y con algún remordimiento
de mi complicidad en el resurgimiento del día
solicito mi casa,
atónita y glacial en la luz blanca,
mientras un pájaro detiene el silencio
y la noche gastada
se ha quedado en los ojos de los ciegos.

Jorge Luis Borges