sábado, 2 de julio de 2011

Sin título.

Como cuando uno se topa con un viejo amigo, no de forma deliberada, más bien diría yo por capricho del destino. Me reencontré con un viejo poema de mi niñez producto de una tarea escolar. No refleja genialidad alguna, tampoco es un escrito de gran profundidad; simplemente es un recuerdo vivo aunque intangible, que ha sobrevivido al ardid de los años. Has de preguntarte cuál es su relevancia, pues, tal vez sólo sea reconocible por mí. Me aventuro a pensar que es un elemento que se conserva intacto, una muestra inconfundible, inmortal, pura, de lo que alguna vez fui y que estoy absolutamente seguro no soy hoy; una muestra de una época feliz, hija de pensamientos pueriles y nulas vanidades, que reconozco como completamente preferible a cualquier otro estado del ser mientras ocupa esta humanidad.



Había una niña hermosa
con un sombrero amarillo
y un hombre a su lado estaba
fumandose un cigarrillo.

La niña al mirarlo
furiosa lo corrige
y el señor por este hecho
entonces la maldice.

La niña muy triste 
quiere irse ya,
pero entonces el señor
que muy arrepentido está
perdón ahora le pide
y así ella no se va.

Se vuelven amigos 
y juntos la pasan.
El señor el cigarrillo 
lo cambia por uvas pasas.

Al final del día 
cansados van a su casa
y contando esta historia
todo el día se la pasan.

Al día siguiente 
se ven en el parque,
y van a nadar
a un lindo estanque.
Pero un señor,
al verlos les dice:
el agua no saquen.


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